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Hace años, los equipos de fútbol eran como representantes de su ciudad o su región allá donde iban, y todos o casi todos los jugadores de cada club eran nacidos en su zona. Esto sucedía tanto con el equipo de pueblo, formado por los mozos que durante la semana eran labradores, mecánicos o electricistas, como con los clubes de Primera o Segunda División, aunque en éstos los jugadores ya fuesen profesionales. Luego, algunos equipos empezaron a adquirir jugadores de otros equipos. Esto sucedió, sobre todo, con los grandes clubes de Madrid o Barcelona, que participaban con frecuencia en los torneos internacionales, pero la costumbre se fue extendiendo a todos los equipos de una cierta importancia. Cuando las cadenas de televisión empezaron a hacer ofertas millonarias a todos los equipos, para poder ofrecer en exclusiva los partidos en que participaban, la cosa ya se salió de quicio, y no hubo equipo de Primera, e incluso de Segunda, que no gastase miles de millones de pesetas en comprar jugadores extranjeros que, en muchos casos, difícilmente justificaban unos gastos tan desproporcionados. Llegado un momento, sólo el Athletic de Bilbao se mantenía ajeno a toda esta compra-venta, y seguía formado enteramente por jugadores nacidos en el País Vasco, aunque el entrenador a menudo procedía de otro país. Y ahora, ya ni el Athletic está compuesto al cien por cien de jugadores "de la casa". Hace poco se jugó un partido para la Copa de la Uefa entre el Celta de Vigo y el Lausanne, de Suiza, y se tocó el himno gallego al principio del partido. Sin embargo, decía la crónica periodística que el único jugador gallego que había sobre el campo era un tal Iglesias, que jugaba en las filas del Lausanne. Mucha gente cree que ésto ha desvirtuado en buena parte la cuestión del fútbol. El ver a un jugador defendiendo los colores del equipo de tu ciudad durante un año, y ver que al siguiente defiende quizá al equipo rival de toda la vida le quita autenticidad a los campeonatos. Ello ha hecho que muchos aficionados hayan dejado de ir a los estadios, al haberse perdido aquella sensación de "autenticidad racial" de antaño. Sin embargo, con la globalización, y la gran influencia de los medios de comunicación, parece que las cosas seguirán por el actual camino, y que habrá que acostumbrarse, o cambiar de aficiones.
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